La plastilina puede usarse desde los 12 meses aproximadamente, en cuanto el niño sea capaz de agarrar con sus manitas el material. Por supuesto, al principio no será capaz de hacer nada concreto, tan solo mezclarla y estirarla, pero incluso así este juego tiene muchos beneficios para ellos:
#1 Fomenta la imaginación y la creatividad.
La plastilina permite hacer todo tipo de figuras, escenarios e historias, el niño puede crear todo aquello que le venga a la mente y darle "vida", potenciando así sus fantasías.
#2 Desarrolla la motricidad fina.
Juntar las piezas, separar la plastilina, estirarla... son ejercicios que mejoran la agilidad, la fuerza y la destreza de los dedos, lo que favorecerá su posterior aprendizaje de la escritura.
#3 Favorece la concentración y la persistencia.
Jugar con la plastilina proporciona metas a corto y largo plazo, lo que mantiene al niño concentrado un largo rato mientras intenta crear sus figuras. Esto favorecerá su posterior concentración en otras tareas, como el estudio. Además, proporciona al niño un rato largo de entretenimiento quieto y por supuesto, favorece la persistencia y el esfuerzo al querer acabar las figuras empezadas.
#4 Ayuda a aprender los colores.
El aprendizaje de los colores suele ser algo complicado para los niños y el jugar con plastilina de diferentes colores puede ayudarle a fijar cuál es el rojo, el verde o el azul. También puede ser una buena herramienta para acostumbrarse a las diferentes proporciones de las cosas (esto es más grande, esto más pequeño...) para entender conceptos como forma y tamaño. Mejora la capacidad de comparar y contrastar.
#5 Mejora la autoestima.
Como cualquier otra actividad que el niño consiga terminar y de la que pueda sentirse orgulloso, crear una figura de plastilina fomenta la autoestima del niño, especialmente si ve tu cara de felicidad al acabar. De igual modo, aumenta la satisfacción personal.
#6 Potencia la autoestima, la libertad y la toma de decisiones.
Al elaborar creaciones con la platilina, el niño es el único encargado de decidir qué hacer, cómo hacerlo, con qué colores... lo que fomenta su autonomía, su libertad y su capacidad para decidir.
#7 Desarrolla varios sentidos a la vez.
No solo la vista y el tacto, sino también el olfato (¿Quién no recuerda el olor de la plastilina de sus tardes de infancia?).
#8 Ayuda al niño a estar relajado.
Es una actividad ideal para momentos de estrés o cuando el niño está inquieto o nervioso. Jugar con la platilina le obliga a estar sentado, tranquilo y concentrado, lo que ayuda a calmarle.
#9 Favorece la resolución de problemas.
¿Cómo conseguir que las patas se queden pegadas al cuerpo de la vaca? ¿Cómo hacer el color marrón si solo tengo rojo y verde? Son muchas las dudas que se presentan al jugar con la plastilina, lo que ayuda al niño a potenciar su capacidad mental y aprender a resolver problemas por sí solo.
#10 Mejora el lenguaje.
Cualquier juego o interacción favorece el lenguaje al tener que aprender nuevos conceptos y emplear nuevo vocabulario.
#11 Fomenta el trabajo en equipo.
Si el niño juega a crear todo un mundo mágico de plastilina con sus hermanos o amigos, por ejemplo, aprende a trabajar en equipo y colaborar con otros para conseguir sus objetivos.
#12 Sieve para experimentar la causa y efecto.
"Si tiro este trozo, se rompe" o "Si mezclo estos dos colores, sale este otro", son algunas de las causas-efectos que puede aprender jugando con la platilina.
Y por último y no menos importante...
Aunque es un juego muy beneficioso, no está de más que tengas en cuenta algunas recomendaciones, especialmente si lo usas con bebés y niños muy pequeños. Es mejor que la plastilina esté fabricada con materiales no tóxicos ya que los bebés tienden a meterse todo a la boca o chuparlo. Además, nunca debes dejarle jugar solo por si se traga alguna pieza pequeña y se atraganta con ella. Y por último, al acabar de jugar hay que guardar bien la plastilina en sus tarros para evitar que se seque, lavarse bien las manos por si han quedado restos de la misma.
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